21 de julio de 2014

'YA NO TE QUIERO'

     El dolor que sentía era inconmensurable, tan grande que no le cabía en el pecho pero sin embargo, quedaba reducido a bolsas de basura y cajas de mudanza. No importaba el tiempo que hubiera pasado; ahora lo único cierto era que ya no la amaba. Y ella se consumía como una vela en mitad de la noche; sola y lenta. El ramo de novia ni siquiera se había marchitado aún. Yacía boca abajo impregnado de laca en el fondo de algún armario. El vestido de novia todavía conservaba manchas que recordaban a un día de fiesta. Imágenes borrosas de una góndola en Venecia y sábanas de ajuar. Todo quedaba lejos, como en una bruma, como si hubiese sucedido en un tiempo pasado muy lejano.
     A medida que pasaban los días el llanto se calmaba pero le costaba avanzar. No tenía fuerzas para levantarse de la cama, no quería ir a trabajar, no quería comer. Sentía que todo le costaba un mundo. Y era lógico; era su mundo el que estaba tirado a sus pies. El mismo por el que ahora había que agacharse, recogerlo y volver a pegarlo. Pero agacharse significaba volver a levantarse, y pegar los trozos rotos, significaba volver a empezar.
     Había días que caminaba casi arrastrando los pies; sentía como un peso plomizo en las piernas que ralentizaba su paso y la volvía perezosa y torpe. Pero ahí no terminaba todo. Al llegar a casa, en cuanto cerraba la puerta rompía a llorar y a gritar. De pronto, solo tenía ganas de desquitarse, de coger cosas y tirarlas, de sentir la adrenalina de romper algo sin importar su valor, hasta que el agotamiento emocional era tal, que caía en cualquier sitio, se hacía un ovillo y sólo hacía pucheros. Al cabo de un rato, ya más tranquila, intentaría terminar su día; asimilar que al llegar a casa no hay nadie esperándola, que la mitad de su armario está vacía, su cama fría y el corazón roto. Eso era lo que le tocaba digerir ahora.
     Cuanto más analizaba la situación menos la entendía, y cuantas menos vueltas daba, más claro lo tenía todo. Era un puzle al que le faltaban piezas, una baraja de treinta y ocho cartas... Era una forma estupenda de provocarse una jaqueca de las buenas.
     Agacharse, recoger los trozos, pegarlos,... Volver a levantarse. Ese era su único objetivo a partir de ahora. Volver a levantarse. Y lo haría.

(Te lo dije y te lo repito; te vamos a levantar amiga, no lo dudes)
20/7/2014  Julia

20 de julio de 2014

NO TENGO RESPUESTAS

     Es muy posible que después de mucho tiempo sin actualizar el blog, no sea esta una entrada ni original, ni buscada, ni tan siquiera pensada. Pero el amor siempre da lugar a publicaciones de este tipo, en las que, tanto el autor como el lector, se preguntan el porqué del amor, su dónde, su cuándo, su cómo,.... Y es que no he podido resistirme a escribir ciertas reflexiones que me andan revoloteando. En los últimos días he sido testigo del desenlace de algunas historias de amor de mi entorno cercano; por desgracia, desenlaces fatales a la par que traumáticos, llenos de deshonestidad y mentiras, de antiguos engaños y de cercanas traiciones. Egoísmos enquistados y silencios perdidos que tiñeron de oscuridad los corazones de los amantes más entrenados en esto del querer. Del amor al odio hay un paso; eso dice la sabiduría popular. Y será que el pueblo es sabio. Los últimos días me han parecido sacados de un guión de tinte surrealista, porque os juro, que ha habido momentos en los que las escenas absurdas y los sinsentido se sucedían uno tras otros antes mis ojos, dejándome estupefacta, y una velocidad que me hacía imposible tan terrible digestión. Ubi sunt, preguntaba el poeta; donde están,..... Dónde están aquellos ojos enamorados hasta el tuétano, aquellos abrazos inconmensurables, qué fue de aquellos besos con alevosía y nocturnidad. Quién se llevó las caricias gratuitas, las buscadas y las regaladas, quién cerró aquellos ojos que miraban furtivamente pero con descaro. Quién cazó a las mariposas del estómago y fumigó sin preguntar........ Qué ha sido de aquél, tan grande amor, que se tenían el uno al otro.... Siempre se culpa a la rutina, y yo digo que la rutina, por aquello de querer vencerla, es precisamente lo que nos mantiene vivos en el amor. Pero también pienso que hay heridas que nunca llegan a cerrarse una vez proferidas. Quedan profundas cicatrices, feas y antiestéticas, en lugares visibles del cuerpo. Son heridas que se infectan, que supuran y escuecen. Cuando parece que se han cerrado, que lo que queda es un cicatriz, alguien nos da un golpe justo ahí y nos molesta. Ubi sunt,....
     ¿Qué hace que decidamos que es con una persona en concreto con la que queremos envejecer y que al día siguiente ni siquiera queramos tenerla cerca? ¿Por qué cambiamos la valentía de luchar por la cobardía de huir? ¿Qué ha cambiado de la noche a la mañana para no querer seguir luchando por las miradas furtivas, los besos robados, las caricias y las mariposas? ¿Qué ha cambiado tanto, que ya no das un paso al frente si no es para reprochar, echar en cara, gritar y llorar amargamente? Y llegados a este punto, cómo actuar.
     No tengo respuestas para ninguna de estas preguntas, y sin embargo, preguntas tengo muchas, Preguntar y no obtener respuesta. Eso es. Esa es la respuesta más acertada; preguntarle a la otra persona y que se nos responda con el silencio. Y de sobra está decir, que no todo el que calla otorga. No señor. Pero el silencio al preguntar nos traslada a una terrible y angustiosa incertidumbre. Eso es lo que mata el amor; la incertidumbre y la desconfianza más que la rutina. Y por esta noche, esta es la última pregunta que me hago; ¿Se puede luchar contra la incertidumbre y la desconfianza?........
No tengo la respuesta.