18 de octubre de 2011

Inesperadamente, nostalgia...

     De todas las penas de mi corazón, sé que el haberte perdido, es la más dolorosa. Nunca te he tenido y nunca te tendré porque no me corresponde. Sólo el recuerdo hermoso de una amor silenciado que jamás saldrá a la luz.
Te amé tan intensamente, como intenso es el azul del mar. Vertí lágrimas sinceras al sentir manos extrañas sobre tu rostro. Anhelé tus ojos sobre los míos, tu mano sobre mi mano y tus labios sobre mi boca. Te amé; tan en silencio y tan callada que se me salía el amor por los poros cansados de mi piel.
Escribir estas palabras supone un dolor mayor del que creo, puedo soportar. Pero, ¿Sabes?, el alma es más fuerte de lo que uno se imagina. Es como las hormigas, que soportan un peso diez veces superior al suyo. Pero lo cierto, es que no te tengo, y que debo salir adelante. Debo aprender a convivir con mi soledad, a pensar que mañana será otro día,... un día mejor.

14 de octubre de 2011

La caja de tu recuerdo

In memoriam M.A.L.
     El tiempo pasa muy deprisa, las despedidas son cortas y las ausencias largas. Podemos coger el tiempo y encerrarl en una esfera de cristal que suene al dar las horas en punto, y sin embargo es intangible. Podemos medirlo, darle una unidad de medida; en horas, minutos y segundos, en días, semanas, meses y años. Somos capaces de ajustar nuestra vida en función del tiempo, anotarlo en una agenda, y actuar en consecuencia. Podemos quejarnos de el; si nos hacen esperar, pasa lento, si vamos con prisa porque llegamos tarde, pasa rápidamente. Podemos calcular la velocidad y el espacio si tenemos el tiempo. Pero durante este año, me he dado cuenta, si cabe más que nunca, que el tiempo es relativo. San Agustín decía que si pensaba lo que era el tiempo, no sabía lo que era, pero que si no lo pensaba, lo tenía claro. El tiempo pasará tan rápido como queramos vivir nuestras vidas. El tiempo será lo que nosotros queramos que sea. Hoy, para mí, el tiempo es la caja de tu recuerdo. Y cuanto más tiempo pase, más te recordaremos, y más se llenará nuestra caja. La de los que fueron tus íntimos, tus conocidos, tu familia, o como yo, la de personas que apenas cruzaron un par de palabras contigo.
Hoy mi caja lleva el nombre de Marcos.

13 de octubre de 2011

"Susurros del alma"

1er. Premio del Concurso Literario del Inst. Las Rozas I, curso COU, 1998-99

     A las cinco de la tarde, suena ya el clarín de muerte. Entre tierra, sudor y polvo se descarga el polvorín. Quizá entre gritos, o en el más rotundo silencio y sin queja alguna, una bala perdida aunque dirigida, choca en un punto vital cortando todo pulso, suspiro y vida.
     A las cinco de la tarde, hora en que mueren los toros, hora en que suena el clarín de muerte para ellos, sobre papeles empañados de tinta, se derrama la sangre por motivo de una idea, un pensamiento, que a lo mejor, ni siquiera fue tal.
     En la llanura y en la vega, a las cinco de la tarde, suena ya el clarín de muerte; un hombre miedoso, con la mirada perdida en la nada, a la voz de, "carguen, apunten y fuego", cierra sus ojos fuertemente y cae, desplomándose como si de un pelele se tratara. Y los fusiles consiguen, entonces, el quinto de la tarde; se merecen una oreja, quizá las dos, puede que ambas y el rabo. Paseillo, vuelta al ruedo y saludo a la afición. Abandonan la arena entre aplausos y ovaciones en busca de otro coso en el que salir por la puerta grande.
     Sueños truncados, vejez no vivida, tertulias inacabadas, textos nunca escritos, publicaciones sin editar, y una vida sin vivir, quedan dentro de un cuerpo que yace en el suelo como el toro que crían desde chico para que vaya a morir a la plaza.
La Luna, Preciosa, la Monja, los caballistas, San Rafael, Santa Olalla y todos los demás, gritan silenciosamente, la corriente del río verde se para, y en casa de Bernarda se visten de luto. Nueva York queda al otro lado del charco, y en el Ateneo una silla libre.
     Quedaron cosas por hacer, palabras por escribir, y con Pedro, Jorge, Salva y Rafa entre otros, charlas sin comenzar y cafés sin endulzar. Porque hoy, a las cinco de la tarde, cuando suena ya el clarín de muerte, entre tierra, sudor y polvo, en la llanura y en la vega, muere Federico, muere, García Lorca.
                                                               15 de enero de 1999

8 de octubre de 2011

De la mano

     Ella miraba su móvil y sonreía, porque él le daba pequeñas caricias en la mano. Ella se sonrrojaba, él observaba su sonrisa. Entrelazan sus manos alrededor de uno de los asideros del metro, y yo los miro disimuladamente. Cruzan sus dedos para no caerse por el movimiento del tren. Se agarran fuertemente; sus nudillos se blanquean. ¿Se agarran el uno al otro porque es el otro su destino? ¿Cuál es el final de su trayecto?...
Se bajan dos paradas después,... de la mano.