27 de junio de 2014

LA MISIÓN

     Érase un caballero medieval al que le encargan una misión; la acepta a sabiendas de la dificultad, no sin antes haberla rechazado debido a los muchos de los inconvenientes,..... Pero a pesar de todo, acepta. Al principio parece que todo va bien, hasta que llega la primera complicación, que a su vez conduce a otra, y ésta a otra más,.... Pero sigue adelante. De nuevo un camino de rosas. Hasta que llega a la típica intersección y no sabe qué camino tomar, si el de la derecha o el de la izquierda. No sabe si el objetivo de su misión pasa por uno u otro. Finalmente, confía en su caballo; el animal se decide a ir por la derecha, y el caballero no tira de las riendas para corregir el rumbo. Cuando hubo recorrido los primeros kilómetros se da cuenta de que debería haber tomado el camino de la izquierda. De nuevo más trabas, senderos pedregosos y muchos cantos de sirena que lo confunden. Pero el caballero no se rinde. Confía en que al final, y a pesar de la dificultad y el tedio, encontrará el objetivo de su misión. Mas no. Y de nuevo la decepción...... Detiene a su caballo y reflexiona; su animal está cansado, él se siente dolorido por las incontables horas sobre la montura, la armadura y la cota de malla cada vez pesan más, huele mal y está hambriento. Se apea del equino, se desprende de su yelmo y lo tira al suelo. Con una mano acaricia el rostro del animal y le susurra palabras tranquilas. ¿Qué hacer? ¿Renunciar ahora sólo porque nada ha salido como debiera y en consecuencia terminar su misión se le antoje imposible? ¿O seguir adelante sacando paciencia de donde no la hay? ¿Descansar, comer, beber, lavarse la cara y seguir, porque sencillamente aceptó su misión y no hay vuelta a atrás? ¿O continuar sólo por el mero hecho de que es su propio corazón el que se lo pide? Camina junto a su caballo y reflexiona en voz alta riéndose; "¿Hay acaso por este Reino de Dios algo a lo que la voluntad del corazón no pueda enfrentarse?"..... Cicerón, su caballo y compañero, relincha casi como entendiese a su amo. Y entonces, recoge su yelmo abollado del suelo, se recoloca su armadura y toca la empuñadura de su espada asegurándose de que la lleva colgada del cinto y presta si así lo requiriese la ocasión. Se sube de nuevo a la montura, coge las riendas y cabalga. Una milla después se detiene de nuevo y mira el relieve del mojón de granito situado al borde del camino; una venera, una concha. Sonríe y se lleva la mano al corazón. "Cicerón, amigo mío, no te equivocaste aquel día en el que decidiste ir por este sendero".... Y el caballero continuó su misión, cabalgó seguro de su destino siguiendo rumbo oeste de día y orientándose por las estrellas de noche. Así llegó la mañana en la que con las primeras luces, vislumbró la ciudad y con ella su templo, cubierto de andamios de madera, ruedas de ratón, poleas, y demás instrumentos de obra y herramientas, y decenas de obreros y canteros. Compostela se despertaba a golpe de cincel. En medio de aquel caos un hombre vestido pobremente, se acerca a nuestro caballero y le pregunta si acaba de llegar, si está cansado y famélico. Le dice que no se preocupe, que su misión ha terminado y que puede estar tranquilo y descansar. ¿Quién era ese hombre harapiento que parecía conocerlo y saber el objeto de su misión? Hasta que lo entendió todo: "Sígueme", dijo el hombre, y el caballero así lo hizo. Y de pronto, sintió que su armadura y su malla ya no resultaban tan pesadas, su yelmo ya no marcaba sus sienes, se encontraba ligero y una gran paz interior lo invadía. Aquel hombre caminaba por la inmensa plaza atravesando las obras pero sus huellas no quedaban marcadas en la tierra. "¿Cómo te llamas, buen hombre?", preguntó el caballero. El hombre se dio la vuelta y lo miró; "Soy tu Camino, el hijo de Zebedeo". El caballero quedó sin palabras, sólo pudo llorar y susurrar; "A veces la lucha y la paciencia son necesarias. Esta es mi auténtica misión, la del rey puede esperar".
 

23 de junio de 2014

MARIPOSAS,...
 
"Estás hecho de mariposas;...
todo fragilidad y belleza,...
todo efímero,....
Cuando me dé cuenta,
estarás prendido de un alfiler
en el interior de una vitrina
cual raro tesoro alado."