2 de noviembre de 2015


CARRERA DE SAN JERÓNIMO
 
II 


     Le dolían las ingles. Así, tal cual. La noche anterior había sido una de esas noches en las que al cliente le gustaba meterla sin más; gritar que era poderoso, y que Ella tuviera que contestar que sí, que la tenía muy grande, que la llenaba como nadie lo hacía y que era único y bla, bla, bla. En definitiva, dos minutos de esfuerzo estilo conejo y ya. Este cliente era el típico calzonazos que se sentía realizado con prostitutas y no con su mujer, ni con su amante, que también tenía. Se pasaba la vida en los juzgados de Plaza de Castilla y tenía por abogados y asesores a los mejores bufetes de Madrid. Se limitaba a dar rienda suelta a los caprichos de su mujer para que lo dejara tranquilo. Un todoterreno de más de sesenta mil euros, un crucero por el Báltico con el club de amigas de hípica, los colegios más caros, que no mejores, para los niños, y un montón de pijadas más que no valían nada más que para guardar las apariencias de un matrimonio en el que los cónyuges apenas se veían un par de veces por semana. A veces la realidad superaba la ficción.

    Después de ir al gimnasio y pasar por su centro de belleza habitual para una limpieza de cutis y manicura francesa, porque ser escort implicaba cuidados continuos del físico, se fue al bar de siempre.
-Hola princesa, ¿un café?. A Ella le gustaba con la leche fría y el camarero se lo servía como a ella le gustaba.
-¿Has leído el periódico? Hoy ha sido el funeral por el número dos del gobierno.-
El camarero hablaba sin mirarla mientras le servía el café con un vaso de agua.
-Lo que necesitaba saber ya lo he visto en el telediario. Ha sido muy gracioso ver a ese montón de falsos plañideros que no son más que una pandilla de buitres esperando comerse los restos del puesto que queda vacante en el partido. Qué asco de gentuza.- Y sentenció sus palabras con un sorbo largo de café.
-Por cierto,- dijo él. -X ha estado aquí.-
Ella dejó el vaso sobre el platillo fuertemente, al punto que casi lo rompe. X había estado allí, en su barrio, en su calle, en el bar de toda la vida,.... Aquello no era nada bueno, de hecho era muy malo; cuando X hacía acto de presencia es que en las alturas algo no iba bien.
-Dejó esto para ti.- El camarero abrió un cajón y sacó un llavero. Ella lo cogió y se marchó a casa corriendo. -¡Apúntame el café!-
Ella entró en casa y encendió su portátil. El llavero tenía un pequeño mecanismo que al accionarlo dejaba al descubierto un 'pen drive',....  X no vivía en España, su residencia estaba a dos horas de avión, nunca hacía los recados; ya pagaba a mucha gente para hacerlos,... X nunca daba la cara, o mejor dicho, nunca se dejaba ver, que no es lo mismo. Y el contenido del pen drive apareció en la pantalla como un jarro de agua fría. No sabía si llorar o hacer las maletas y desaparecer. Al moverse en la silla frente al ordenador volvió a notar el dolor en sus ingles.

26 de octubre de 2015


CARRERA DE SAN JERÓNIMO

I
 
     Valiente sinvergüenza estaba hecho el tipo. ¿Acaso se pensaba que ella era una meretriz del tres al cuarto, como aquellas cincuentonas de la calle de la Ballesta, cuya dignidad no pasaba de veinte euros un completo? Ella era puta sí, pero de las caras, de las que usaba lencería de encaje de La Perla, maquillaje profesional de L’Oreal, Versace por vestido y Manolo’s en los pies. Un polvo con ella era mucho más que meterla en caliente, era más que ponerse cachondos a base de miradas absurdas y besos con lengua cual quinceañeros desesperados por si los pillan. Ella era una puta cara, de las que coge un taxi y lo paga el cliente. De esas que no ves por la calle porque si las ves nunca sabrás que lo son. Ella no compra en Zara, ni en Mango, ni en H&M, ni en ninguna marca de Inditex ni de El Corte Inglés; ella compra en las tiendas de la calle Serrano, Goya y Velázquez. Ella compra, pero no paga; paga el cliente. Ella ofrecía su mente, su cuerpo y su saber estar.
      Ella no puede decir que ejerce en tal o cual barrio, porque ella no hace la calle; a ella la llaman, se arregla, la recogen y la llevan hasta el cliente. Ella, que se había codeado con lo mejor de la clase política y altos empresarios del país, ella, que había abierto los oídos tanto como sus piernas para escuchar secretos de estado, algunos catalogados bajo el rango de asuntos de seguridad nacional,… Ella, que cobraba por una noche el doble del salario mínimo interprofesional, ahora estaba allí sola. Sentada en la marquesina del autobús, esperando el 51, con las medias rotas, el rímel corrido, el pelo enredado y la cara morada. En su bombonera de raso y seda dorada de Loewe valorada en quinientos euros solo había un metrobús, su dni, unos condones a punto de caducar y las llaves de casa. Allí sentada, tiritando de frío bajo el invierno madrileño, se lamía las heridas del alma y de la cara. Cuando bajó del autobús entró en el bar de debajo de su casa. El camarero que la conocía bien e igual de bien ejercía con ella la discreción, al verla en el aquel estado, envolvió hielo en un paño, le curó como pudo los golpes y le sirvió una copa de balón pequeña de orujo de hierbas. Bastó una sola mirada y el camarero desapareció en la cocina. Con el orujo en su estómago como único compañero se fue a casa. Se desmaquilló, se duchó, se metió en la cama con su pijama de gatitos y se durmió. Ella, que entró en aquel mundo por necesidad y se había hecho un hueco en el terreno de las escort de lujo; a ella nadie le ponía la mano encima. Nadie. Nunca. Bajo ningún concepto.
     A la mañana siguiente se levantó y puso las noticias. El número dos del gobierno había aparecido muerto en su domicilio, víctima de una terrible paliza y el número tres de la oposición acaba de anunciar su dimisión debido a la publicación de unos videos en los que aparecía manteniendo relaciones sexuales con una mujer que llevaba puesta una máscara veneciana con plumas. Se vistió y bajó al bar. El camarero la miró y le sonrió. Le sirvió un café y unos churros, y cuando ella le quiso pagar, él rechazó el billete de cinco euros. –Hoy invito yo-, le dijo. –Gracias por todo-, respondió ella. –Por absolutamente todo.
     Y el resto de la semana, mientras su cara y su cuerpo se recuperaban, disfrutó viendo como los medios de comunicación y la prensa sensacionalista en su lado más rancio y amarillo se cebaban con los escándalos sexuales de los últimos días. Nada se sabía de quién había filtrado la noticia, como tampoco se sabía nada del asesino del número dos. Lo único que tenía claro era que muchas mujeres ahora estaban a salvo y las alas de la justicia revoloteaban sobre la Carrera de San Jerónimo.
Ella era puta sí, pero de las caras. De las que usaba lencería de encaje de La Perla y de las que si tenía que usar sus contactos de los bajos fondos, los usaba. Porque encima de puta, no iba a poner la cama,….

15 de marzo de 2015

BESOS DE CAFÉ

    ¿Ves? Hoy es uno de esos días en los que me acuerdo de ti más de lo que me apetece. Me acuerdo de los largos paseos que dábamos por Madrid. Largas caminatas que terminaban con un café irlandés en la Fontana de Oro o un bocata de calamares en la Plaza Mayor. Nos sumergíamos en el Madrid de aquellas novelas que tanto nos gustaban. Daba igual si llovía o hacía sol, el caso era pasear y punto.
Me acuerdo de que el primer beso me lo diste en ese bar tan pequeñito de la calle del Príncipe. Un bar de tazas de café cerúleas y desgastadas, en el que el fútbol aún se retransmitía en una tele de tubo y las banquetas estaban tapizadas de piel roja. Tus labios tenían sabor a café con hielo y tus manos estaban frías. Qué días tan preciosos aquellos en los que ir de la mano contigo era más que un paseo.
     He vuelto a la calle del Príncipe pero aquel minúsculo bar ya no existe, como tampoco existe nada de ese mundo inventado por los dos. Llueve. Siempre me ha gustado la lluvia, y quizá por eso te fuiste un día tan frío como mojado. La última vez que te vi me dedicaste unas duras palabras que me rompieron en mil pedazos. Pero, ¿Sabes qué? Tenías razón. En todo. Porque aquí estoy, acordándome de ti y reflexionando sobre los acontecimientos de aquellos días.
     Un día me dijiste; estoy enfermo y pronto me iré. Y yo me quedé impertérrita, cual estatua de sal, sin saber qué decir ni qué hacer. Te fuiste un día de lluvia. Con la misma tranquilidad que te caracterizaba y sólo en el momento en que salí del hospital fui consciente de la pérdida. Lloré y grité, rozando el paroxismo del dolor en el alma. Te fuiste un día de lluvia.
     Y hoy te echo de menos; tus besos con sabor a café con hielo, nuestras conversaciones y tus manos apretando mis caderas. Hoy es uno de esos días y ya está. ¿Ves? ...... Está lloviendo.

13 de enero de 2015

 'NEGRA SOMBRA'....

     Hoy deberían haber comenzado los cursos de lengua gallega (Celga, certificado de lengua gallega), en la Casa de Galicia de Madrid. Se promocionaron y se les dio la difusión conveniente para que cualquier interesado supiera a dónde dirigirse y cómo matricularse. Más de cien personas se informaron y matricularon. Hay que recordar que el curso pasado, que comenzó en octubre, hubo incluso lista de espera, según para qué niveles de gallego. Por otro lado, se aprobó un calendario de exámenes de nivel para todo el que quisiera. Este año no era distinto del pasado. Había días concretos para las pruebas de nivel, matrícula e inicio y finalización del curso. Todos los niveles fueron impartidos por la profesora Carme Lamela, cuyo magnífico currículo académico es digno de mención. 
De pronto, sin conocer muy bien las causas, el curso de lengua gallega de la Casa de Galicia queda suspendido en todos sus niveles, hasta nuevo aviso. Lo que sí se sabe, es que el curso dependía de la Secretaría General de Políticia Lingüistica de la Xunta de Galicia (mencionar que la Casa de Galicia de Madrid es sede de la misma en la capital). Y así, sin más, sin mucho más que agregar, los más de cien matriculados se quedan compuestos y sin Celga. 
A bote pronto, puede parecer que no es nada del otro mundo, que no pasa nada, que ya habrá más, que uno se puede apuntar en otro sitio,.... Pero lo cierto es que no. Y sí, pasa y mucho. Un porcentaje alto de los alumnos de esta lengua, precisa un certificado de carácter oficial porque son funcionarios y la administración pública se lo solicita para conceder un traslado laboral a tierras gallegas. En algunos casos, son funcionarios que necesitan el gallego ya que traducen a esta lengua documentación y publicaciones oficiales del Estado. Otro porcentaje, tiene un gran interés por las lenguas peninsulares y/o romances, y en la mayoría de los casos, somos gallegos o descendientes de gallegos, que fuera de Galicia amamos, con lo que amar lleva implícito, la cultura gallega. Luego hay otros alumnos que sienten predilleción por el 'Rexurdimento', movimiento literario gallego, y claro,... la literatura escrita en gallego, se lee en gallego. En definitiva, que los motivos que llevan a una persona a estudiar gallego son muchas y diversas. Como lo son los motivos que te llevan a estudiar japonés, suajili o griego clásico. 
Yo no sé qué razones han llevado a Política Lingüística a suspender los cursos; tampoco es que tenga que ser excesivamente relevante, pero sí es relevante, deplorable y deleznable, por no decir que es una falta de respeto absoluta hacia los docentes y sobre todo, a los alumnos. No se puede suspender algo cuando ya está en marcha. A mi modesto entender, esto es estafa. De libro. Aunque los cursos son gratis. Que parece que tenemos que 'pagar' para que, si sale mal la cosa, lo podamos llamar estafa. Y no es así. Además, cuando uno oye que está promovido por la Xunta, piensas que es algo serio. 
Alguien me preguntaba si no había otras academias para aprender gallego en Madrid. Desgraciadamente, no. Las escuelas de idiomas ofertan lengua gallega pero nunca la imparten, por falta de alumnado o porque sencillamente están ofertados por obligación pero nada más. Y yo eso lo he comprobado. Hasta donde yo sé, en Madrid, no hay ninguna escuela en la que se pueda aprender gallego y a la vez obtener un certificado oficial equiparado a los rangos de lenguas europeas. Entiéndase sin más, que un Celga 4 equivale a un nivel C1, por ejemplo. 
Pero lo que más rabia nos da, es que siempre se diga que los gallegos no hablan gallego, que en Galicia no se habla gallego y que fuera, menos. Sin embargo, cuando se pretende lo cortan. ¿Qué sentido tiene celebrar un Día de las Letras Gallegas, o ver teatro y leer literatura en gallego, si luego todo queda denostado? ¿Qué sentido tiene tener en Madrid una Casa de Galicia en la que se suspende por motivos no del todo claros, los cursos de gallego? Aprender una lengua lleva implícito conocer una cultura, no es sólo aprender a conjugar verbos y distinguir 'una de unha'. Al final Rosalía tiene razón; 'Negra sombra,..... cuando pienso que te fuiste, ........ tornas haciéndome burla'....