26 de diciembre de 2012

Antes sí, ahora no,...

     Hubo un tiempo en que creí en el amor y en todo lo que ello conllevaba. Hubo un tiempo en que defendí a capa y espada el valor de ese sentimiento; el amor significaba amar, ser capaz de aceptar las limitaciones de otra persona y hacerlas tuyas, aceptar y asimilar las virtudes y los defectos del otro sin corregirlos. Aceptar tus propios defectos como parte esencial de aquello que te hace único, y en consecuencia un complemento para la otra persona. Querer comprendiendo y comprender amando. Hubo un tiempo en que acepté que a todos nos llegaba el amor. Hubo un tiempo.
     Ahora, después de haber pasado muchos años, ya no creo en mis propias palabras, y cada vez veo más difícil y complicado defender mis principios. Porque siempre me he creido una mujer de principios que valoraba estas pequeñas cosas. He visto como el amor no es más que una patraña, una mentira adornada de sueños particulares, una bazofia servida en plato frío. No es más que un recurso estilístico para adornar la literatura de una bonita retórica. Es una mentira que sólo unos pocos pueden llegar a convertir en realidad. En su realidad. El resto lo miramos pasar con más pena que gloria; nos pasa de lado sin detenerse y en ocasiones se ríe en nuestra cara. Nos motivamos pensando que llegará cuando tenga que llegar, que alguien llamará a nuestra puerta y lo hará para entrar y quedarse. Pero pasa el tiempo y nadie entra, ni siquiera llaman al timbre. Así que, un día te levantas y dices, para qué seguir buscando lo que no voy a encontrar. Para qué insistir en aquello que desistió antes. Y decides que lo mejor es pensar en buscar trabajo, hacer punto y comer chocolate.
Hubo un tiempo,.... Ahora ya no,...