17 de abril de 2013

Dame una palabra..... y moveré una entrada,....

Escribe una palabra, la que quieras y Ofelia publicará una entrada cuyo contenido principal girará en torno a dicha palabra,.... Y te mencionará con mucho cariño,.... Puedes escribirla en Comentarios,...
Anímate y pon a prueba a Ofelia,....

16 de abril de 2013

El Rincón de los Aedos

Soy la voz que te llama.
Soy el brezo en tu jardín.
Soy el viento que zoa
en tu ventana
y el camino
que lleva hasta ti.
Soy tormenta
en un día de furia.
Si así me quieres,...
Soy tuya.
                            15 de abril de 2013

13 de abril de 2013

MICRORRELATOS

Relato 33

     De todas las cosas que podían acontecer aquel día, ocurrió la que menos se esperaba. Decidió que quedar con él no podía hacerla más daño, a fin de cuentas, estaba enamorada de él hasta el tuétano, pero era un amor tan imposible como doloroso.
     Cuando entró en el bar, él estaba sentado en una banqueta en la barra, leyendo el periódico. Al verlo pensó en lo hermoso de su rostro y suspiró. Se acercó y al ponerse a su altura, él la miró, sonrió y cerró el diario apartándolo a un lado en la barra. Ella se sentó junto a él y pidió un té.
-Gracias por venir, dijo él. -Sé que no es fácil para ti. Ella se preguntó por qué no era fácil; no eran más que dos amigos en un bar.
El té estaba ardiendo y casi no podía ni coger la taza, así que comenzó a darle vueltas con la cuchara y a soplarle.
-¿Cuánto tiempo llevas enamorada de mí?. La pregunta le produjo una quemadura en el corazón, casi tan dolorosa como la que le produjo el té al derramarse en su mano. Comenzó a llorar y no supo siera la mano o por la liberación emocioal que suponía aquella conversación. Él, disculpándose, sacó un pañuelo y se lo puso sobre la mano. Cómo se le ocurría hacer aquella pregunta mientras ella sostenía una taza de té hirviendo. Se maldijo por ello y le pidió hielo al camarero.
-Desde hace más tiempo del que puedo recordar... Yo,... Lo siento..., dijo ella. Se miraron a los ojos y él colocó el hielo envuelto sobre la quemadura. Ella emitío un sonido de queja; la mano le dolía horrores.
-¿Por qué te disculpas? Enamorarse no es un pecado mortal. Lo dijo como una media sonrisa, para que ella se sintiera mejor.
-Tú tienes tu vida hecha, yo no pinto nada ahí.- Ella apartó la mano de las suyas y comenzó a tomarse el té; de pronto se había enfriado de golpe.
-¿Que no pintas nada? ¿Por qué piensas eso?- Nunca una cara reflejó tanta extrañeza. Ella se terminó el té, se levantó de la barra y pagó la cuenta.
-Será mejor que me vaya, no debí venir,... Esto,... Me viene grande, lo siento.- Ella pronunció aquellas palabras con un tono ensombrecido, y antes de que puiera decir nada, ella ya estaba en la calle. Él la siguió corriendo. ¿Por qué se marchaba? ¿Acaso era tan terrible para ella saber que él lo sabía? 'Más tiempo del que puedo recordar', había dicho ella. De pronto se preguntó si todo encajaba, o ya no encajaba nada.
  Las lágrima le quemaban. LLorar le producía terribles jaquecas y recordó que no llevaba ibuprofeno en el bolso. -Mierda,.... Yentonces, él la alcanzó y la agarró del brazo.
-Suéltame, por favor.
-¿Por qué te has ido?, preguntó él. Al ver el rostro enrojecido por el llanto y que sus manos temblaban, lo comprendió todo.
-Realmente me quieres, y que me tengas delante sabiendo que sé lo que sientes,... no te ayuda,- dijo él con voz calmada. Decidió soltarla y sin decir nada, ella se fue. Se marchó caminando deprisa, limpiándose la cara con el pañuelo que él había puesto en sus manos. Él se quedó allí de pié, observándola. Y entonces, se contestó a sí mismo; entre ellos ya no encajaba nada.

10 de abril de 2013

EL RINCÓN DE LOS AEDOS

Aléjate,...

Mi mente te piensa,
mi alma te añora
y mi cuerpo te anhela.
No puedo arrancarte
de mis entrañas.
Eres la turba de mi hoguera
y el tiempo de mi demora.
De mi cama,
mis sueños
y de mi copa
mi absenta.
No puedo decirte nada más,
no puedo decirte otra cosa,...
Márchate.
                                    7/abril/2013

2 de abril de 2013

De secretos y ausencias

     Aún podía sentirlo; su aroma, su piel, su pelo raro,... Pero ya no estaba, se había ido y quizá, para nunca volver. Se acordaba de él de cualquier manera en cualquier momento; la había marcado para siempre pero sobre todo estaba en los detalles. Su forma de tomar los refrescos, su manera de hablar, sus miradas escépticas cuando algo no encajaba, su letra, sus manos curtidas por el trabajo duro y su sonrisa tristemente apagada. No podía mirar a ningún lugar sin que hubiera algo a lo que asociarlo. Y entonces, ella se entristecía. Sencillamente, porque sabía que no volvería, que fue suyo en sus sueños y que lo había perdido. Aún podía sentirlo y en consecuencia, sentía su amor y su cariño, sentía sus abrazos, su alma.

     Él la añoraba. La echaba tanto en falta como el sol al verano. Se acordaba de ella, y es que no podía ser de otra manera. Ella se había colado en su vida de la forma más accidental, con su risa, sus comeduras de tarro, sus complejos, sus ilusiones y sus aspiraciones. Hacía tiempo que no la veía, y cuando reaparecía de forma inesperada se alegraba. Era como un poquito de alimento para su corazón,... Pero ella no era suya. Nunca lo fue y sin embargo, la extrañaba como una madre a su hijo. Pero no fue hasta que la vio marchar, que se dio cuenta de que realmente la amó en algún momento.

     Ambos se saludaron con un beso y se miraron de forma extraña. Charlaron sin más, de forma cotidiana y trivial. A ella le mariposeó el estómago y tuvo que reprimir una risa tonta y dominar sus manos torpes y nerviosas. Él casi no la miraba, pero la observaba. Allí estaban; dos amigos, enamorados en la sombra y en la ausencia, amándose de forma silenciosa y sutil, sin tocarse, sin apenas mirarse, sin expresión alguna que denotara un ápice de sentimiento. Se amaban calladamente, sin saber que el uno anhelaba al otro.
-Nos vemos, dijo él.
-Sí, cuídate, respondió ella.
Y de nuevo, se separon, y volvieron a soñar.
(...)