28 de marzo de 2011

MANCHAS DE COLOR

     Estaban sentados en uno de los bancos del parque. Podían sentir la humedad de la madera bajo sus piernas; se había pasado lloviendo toda la semana. No se hablaban, no se miraban, ni siquiera rompían el hielo con temas como el tiempo, el futbol, o cualquier noticia de la página de 'sucesos'. Hasta que ella se decidió y comenzó a hablar. 'Lo siento, pero no puedo con esto, siento que no puedo. Me da la sensación de que no llego a tu corazón, y cuando lo hago siempre es tarde. No te voy a decir que necesito tiempo, porque no lo necesito, y tampoco te voy a pedir que seamos amigos, porque yo no te quiero como amigo, te quiero como mi novio, mi compañero y mi amante, y sería bastante hipócrita por mi parte pedirte algo así. No entiendo tus cambios de humor, pero sí entiedo que yo también los tengo, luego no puedo pedirte, ni debo, que cambies. Por otro lado tampoco lo querría, te quiero tal y como eres. Pero en cualquier caso, creo que estar contigo me viene grande, me supera y doy tumbos sin dirección. Creo que debo dejarte.'
Él oyó aquellas palabras pronunciadas con una tranquilidad y una seguridad que lo partía en dos. Sólo pudo quedarse callado y pensar, intentando asimilar lo que aquel mensaje suponía. Se movían en el banco, la madera no estaba seca, y sentían sus vaqueros húmedos. Entonces, se dio cuenta de que si la dejaba marchar, perdería una de las mejores cosas que le habían pasado en la vida, y sólo pensarlo, le produje un escalofrío por la espalda. Y la respondió. 'Entiendo que no es fácil tratar conmigo, soy bastante raro, y soy consciente de ello. No voy a obligarte a que permanezcas conmigo, si no estás segura de lo que sientes o de la situación a la que hemos llegado. Pero sabes,.... no quiero que te vayas. No quiero que me dejes. Tú lo eres todo para mí,.. tú eres,... Eres como un cuadro impresionista en mi vida; hay momentos en los que al tenerte cerca, no puedo ver todo lo que eres en realidad, todo tu apogeo. Eres una mancha de pintura que pone color a mi vida. Pero cuando te siento lejos, cuando te veo en la distancia, es cuando veo todo lo que eres en realidad, veo lo maravilloso de tu presencia y la suerte que tengo por tenerte. No te vayas. No me dejes,..... Deja que pueda ver todas las manchas de color con las que llenas mi vida, y como cambian durante el día,.... Por favor, no me dejes.'
     Aquellas palabras resonaron en la cabeza de ella como un eco de campanas lejanas. Ella estaba preocupada porque pensaba que no había llegado a su corazón, y resulta que no sólo había llegado, sino que ahora ya no encontraba la salida. Llegó a la conclusión, que lo suyo, quizás, podría haber sido un problema de comunicación, falta de sinceridad, o vaya usted a saber,...
'Eres la mancha de pintura que pone color a mi vida...' Y lo único que se le ocurrió, fue besarlo y romper a llorar.
Cuando se levantaron del banco, llevaban los pantalones mojados empapados.

26 de marzo de 2011

MICRORRELATOS

REFLEXIONES
    Viajar me da sueño. Mucho. Me da igual el trayecto que realice; termino dormida, envuelta en un lento y agradable sopor. Y si llueve, más. Siento al resto de los viajeros a mi alrededor, el ruido de sus bolsas, de los zapatos, de los auriculares cuyo sonido supera el diez en una escala de doce. Siento la lluvia resbalar por los cristales, como lágrimas finas y largas, que se pierden en una mejilla de color verde transporte. De vez en cuando, abro los ojos y miro a ver por donde vamos; aún no he llegado a mi parada,... Parece que hay tráfico lento; mejor, unos minutos más de sueño. Cierro otra vez los ojos. Y me quedo profundamente dormida. Abrazada a mi bolso, con la radio puesta, se me va cayendo la cabeza, y una y otra vez, la pongo derecha, pero se vuelve a caer. Y entonces, sueño. Con la universidad, con mis niños, con el museo,... contigo.
Un bache ruidoso me despierta de golpe. Acabamos de entraren el intercambiador. Parece que he dormido horas, hasta me cuesta despertar y espabilarme. Tengo la boca seca. La gente comienza a levantarse y a coger sus cosas. Me da la sensación de que he dormido mucho, y apenas han sido venticinco minutos. Salgo a la calle; hace frío y llueve. La humedad y el agua me encrespan y rizan el pelo. Me subo al G, y cierro los ojos; quince minutos más de trayecto y... ahí estás. Te veo, luego estoy soñando. Y si sueño, es que me he vuelto a dormir.

16 de marzo de 2011

LEMBRANZAS E CATIVECES

ORTIGAS, ZARZAS Y BOMBAS,...
     No sé cuál es el primer recuerdo que conservo estando allí, en Galicia. Pero es normal, si tenemos en cuenta que probablemente, era muy pequeña. Los que creo que son los más antiguos, son recuerdos de imágenes sueltas siendo una niña, jugando con las hijas de unos vecinos de mi abuela. Otros sin embargo, son del tren; ese, que todavía hoy, sale de la Estación de Chamartín a eso de las diez de la noche y que llega de madrugada al pueblo de mi abuela. Siempre era un gran viaje, y lo que más me gustaba, era el mero hecho de ir en tren y los bocadillos que preparaba mi madre para el trayecto. A veces fuimos en cochecama, otras en segunda,... Pero el tren, y era genial. Recuerdo uno de esos viajes, con mi madre, sus primas y yo; una niña feliz, porque dormía en litera, aunque fuera en la de abajo, en tren, con sus bocadillos de filete empanado y tortilla francesa. Yo tenía seis años; vamos, una pequeñaja. Íbamos al entierro de mi bisabuela materna, que se había ido con noventa y algo de años, y que luego con el tiempo, yo recordaría como un personaje peculiar en mi vida. Se me llenaba la boca cuando alguien me preguntaba, y yo respondía: 'ya murió, en el '86, pero es que había nacido en 1898,...' Yo había nacido en 1980 y ella en 1898; ochenta y dos años de diferencia generacional. Y cuando me convertí en una de las fans de Lorca, recordé y pensé; 'los dos nacieron en el mismo año',... Y se me henchía el pecho de orgullo, porque pensaba que la historia, casi sin saberlo, me guiñaba un ojo. Pero lo mejor, era que yo tenía recuerdos de ella, porque la había conocido, en persona, más que por foto, y no se me olvida cuando siendo yo una pichurrina (increiblemente, me acuerdo como si hubiera sido ayer), tropecé y caí, yendo con mi abuela, la hija de mi bis, sobre unas ortigs y zarzas que me langraron mis pobrecitos muslos de piel de lactosa. Lloré,... no. Berré, chillé,... Y mi abuela me cogió en brazos, y cuando llegamos a casa, entre mi bis y ella, me curaron las piernas, colocándome paños con algo que picaba y escocía, al tiempo que aliviaba. Y me acuerdo de ver a mi bis allí sentada, junto a mí, vestida totalmente de negro, consolándome, con su pelo de nieves perpetuas recogido en un moño. Sus ojos, más bien pequeños y oscuros y sus zapatillas de andar por casa.
      Por otro lado, en Madrid, estaba el abuelo de mi padre, mi bisabuelo, claro. Al final, me liaré, ya lo vereis. En esta ocasión, debo decir, que no conocí nada más que a la madre de mi padre y una hermana suya, entre otras cosas, porque ambas vivieron en mi casa hasta que Dios las llamó a su lado. La historia de mi bisabuelo paterno, es peculiar. Si no recuerdo mal, fue comisario, puesto, que cuando llegó la guerra a Madrid, pudo haber supuesto su perdición y la familia de mi padre, pero que finalmente, no fue así. Resulta que se casaba Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Watemberg. Bodorrio por todo lo alto. Se casaba el rey que nació siendo rey. Por desgracia, cuando la comitiva pasaba por la calle Mayor de Madrid, desde un balcón, un hombre lanzó un ramo de flores, que en su interior ocultaba una bomba. Y se lio, claro. ¿Qué pintaba mi bis comisario en todo esto? Fácil. La policía dio con él, con lo que diríamos agentes de incógnito, y uno de ellos, el que iba vestido de mujer, era mi bis. De nuevo la historia, me guiñaba un ojo, casi con pedantería. Pero lo cierto, es que el anarquista Mateo Morral, el de la bomba, fue reconocido, y finalmete se suicidó. Por supuesto, esto no viene en la wikipedia, esto es narración en estilo directo de mi abuela, mi tía y mi padre. También, nos contaban, como las bombas caían por Madrid, y en casa de mi padre, en la calle de Lavapiés, a la altura del número 35, la familia de mi padre colocaba los colchones por toda la casa para amortiguar los cascotes, en caso de que una bomba hiciera lo propio en el edificio. O como a un vecino, lo delató otro vecino, republicano por cierto, haciendo que lo fusilaran. Y que, como no murió en ese momento, le propinaron el tiro de gracia, y tampoco murió. Sencillamente, porque no era su día y listo.
O como ese primo de mi abuela materna, la gallega, tras la guerra vivía escondido en el pueblo, y su novia, porque no se habían casado, tuvo toda una prole magnífica de hijos, y que muchos se preguntaban cómo era eso posible, pues no estaba casada, y el único novio que se le conocía "parecía no estar".
Pero esas, son harinas de otro costal, con las que haremos pan en otra ocasión.

12 de marzo de 2011

EL RINCÓN DE LOS AEDOS

COMO GALA,...
Me asomo a la ventana, como Gala,
y miro al horizonte,...
sin ver nada.
Contemplo con nostalgia
las nubes que me hablan del pasado.
Observo las primeras estrellas del cielo
y recuerdo un tiempo mejor.
Cruzo mis pensamientos,
pero el sol de poniente
sólo me habla de amor.
Apoyo el peso sobre la otra cadera,...
Un velero al fondo
acunado por el viento,
me hace divagar;
y el sol de poniente
me habla entonces, de tus besos.
La estrella polar va brillando
y el cielo se oscurece.
Apoyo la cabeza
sobre la otra mano.
Y miro al mar;
su resplandor en el ocaso
me hace entornar la mirada.
Me ciegan los últimos rayos,
me ciega tu recuerdo.
Y el sol de poniente
me habla de,....
Ya no hay sol,
ni está el velero,
ni tengo tus besos,
ni me habla de amor.
                 11 de marzo de 2011