6 de marzo de 2012

MICRORRELATOS

TIEMPO
     He ido a verte y no estabas. Fui a buscarte, pero tampoco te encontré. Te estuve esperando, pero no apareciste. ¿Dónde te has metido? Tengo que hablar contigo; necesito hablar contigo.
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     Hoy, tampoco te he visto. Me senté en un café a esperar, junto a tu calle, por si pasabas por allí. Pero no. Caminé por la plaza, por el bar donde nos reuníamos, y nada. No estás.
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     Esta mañana, he decidido que ya no voy a bajar a buscarte. He decidido dormir un poco más,...
Así, haré tiempo.

3 de marzo de 2012

EN LOS IDUS DE MARZO DE 2012

     No me considero una persona que se dé a la opulencia, ni a vicios caros. Sí puedo decir que tengo dos pequeños placeres de los que me gusta disfrutar, como son desayunar de cafetería, con el periódico o un libro, o apuntes, y disfrutar en silencio del arte cuando lo tengo delante de mis narices. En los idus de marzo fui con dos amigas, habíamos hecho otras veces, al Prado, a nuestro querido, maravilloso, e increible Museo del Prado, a ver la exposición El Hermitage en el Prado. Una de las palabras que me viene a la mente cada vez que recuerdo la vistia, es SUBLIME. Pero, cuidado; no es una palabra que se pueda usar de forma tan arbitraria sólo porque la ocasión lo merezca. La tarde de ayer suposo para mí algo más que especial; en muy poco espacio había reunido un fragmento, no solo de lo mejor del Hermitage de San Petersburgo, sino un fragmento de lo mejor de la historia del arte universal. Me da igual que me llamen exagerada, pero 'sublime', es una palabra que se me quedó corta en algún momento de la tarde de los idus de marzo. No puedo explicar qué sentí cuando tuve delante, por ejemplo, aquel Kandinsky que se presentaba frente a mí mostrándome el lado más platónico de su autor, a través de los colores y la abstracción. Podría haberme quedado allí de pie, observando, mirando, grabando en mi retina esa parte "espiritual del arte" de la que Kandinsky habla, y que por primera vez, yo no sólo entendía, sino que la tenía delante. No puedo explicar qué sentí frente la escultura de Antonio Cánova, o frente a la naturaleza inmensa de Friedrich. No sé expresar con palabras, el efecto de la opulencia elevada a la enésima potencia de la joyería de los zares; los engarces más bellos y cuidados, los más finos, y el ornemento más rococó, que explotó en 1917. Pero si tengo que quedarme con algo de lo que allí había, elección para nada fácil, me quedo con tres obras; el Kandinsky, 'La bebedora de absenta' de Picasso, de 1901, y con la pieza más maravillosa que creo, vi ayer; un modelo pequeño de unos 50cm de alto en mármol, de Bernini, del 'Éxtasis de Santa Teresa'. Con esta pequeña obra, en los idus de marzo, SUBLIME, no me sirvió, como a Béquer, me fallaron las palabras.
No me queda otra cosa, que recomendar encarecidamente, que la visiteis si podeis. No habrá otra exposición de semejante nivel, seguramente durate años, pero sencillamente, porque han traido un poco de lo mejor del Hermitage, no lo peor de lo mejor.
Volveré.