11 de julio de 2011

Del esperpento y el absurdo (sin Valle ni Mihura)


(.....)
-¿Y de cuándo dice que es?
-Del siglo XVII. A que es una joya,... Encuadernación en piel, imprenta de tipos móviles, cuatrocientos tres folios perfectamente cosidos,... Ah, y está íntegro, conserva hasta la dedicatoria a su muy gran altísima majestad Felipe IV.
-Pues sí, una joyita, la verdad, pero no es exactamente lo que estoy buscando. Verá usted, yo iba buscando libros de viajes, o en su defecto, que describan lugares, monumentos, cosas así.
-Pues precisamente ayer, recibí recién traída de la Biblioteca Nacional de Madrid esta  segunda edición de Viaje de España de Antonio Ponz. El último investigador que lo consultó se lo llevó sin darse cuenta traspapelado entre unos folios, en la bolsita transparente esa que le dan a uno cuando va allí. Su estado es inmejorable, a pesar de haber sido usado casi de continuo.
-Pues que interesante, apártemelo que me lo llevo. Pero me gustaría ver algo más.
-Por supuesto, caballero. A ver qué le parece esta cuarta edición del Decamerón; no tiene parangón amigo mío. Importada directamente de la Biblioteca Nacional de París.
-Otro investigador despistado, claro.
-No, un funcionario despedido a traición dos años antes de la jubilación. El último día dijo que volvía para robarlo, y el vigilante le dijo, que no podía, que eso era de mal gusto y daba mal ejemplo a las nuevas generaciones de funcionarios. Pero al final le dijo que no pasaba nada, que lo cogiera, que él se daba la vuelta mirando a otro sitio, y listo. Et voila! Aquí lo tenemos.
-Si es que ya no quedan vigilantes como los de antes. Una medalla le daba yo, es más la Legión de Honor. Qué orgullo para el cuerpo.
-Fíjese, que hasta él mismo, le limpió el polvo al ejemplar para que se lo llevara en las mejores condiciones. Todo un vigilante con mayúsculas.
-Pues la verdad, sólo por eso se merece estar en mi estantería; no creo que haya mejor homenaje al funcionario despedido improcedentemente, y al vigilante. Cuánta honra.
-Cuánta emoción me produce, se lo aparto con el Ponz.
-Andá, pero qué ven mis cataráticos ojos... No será,...
-Sí,..
-No,...
-Sí, como lo ve.
-No puede ser. ¿Sabe cuántas veces he consultado yo ese ejemplar en,...? Un momento,... ppppero, si es el auténtico...
-Auténtico, con los sellos, folios numerados, y las marcas que lo hacen único bajo la luz morada. Este sí que no tiene precio.
-Pero cuénteme cómo lo ha conseguido. Porque me imagino que le habrá costado una fortuna.
-Ninguna. Resulta que se dejaron abierta la vitrina donde estaba guardado, y un señor muy agradable pensó; qué mejor forma de hacer el camino de Santiago que con la primera y genuina guía del camino. Abrió la vitrina, lo cogió y se lo llevó.
-Pero le dirían algo al salir.
-Nada de nada. Cuando salió de la cámara le dijo al deán que si se lo prestaba para hacer el camino, porque a fin de cuentas, las guías que venden pueden ser muy caras. Claro, que si uno lo mira bien, el Calixtino no lleva los teléfonos de los albergues, pero bueno, por lo menos te cuenta de qué ríos son potables y cuales no, además de los que tienen buena pesca en su haber.
-Sí, la verdad es que no es tan buena guía como la pintan, además, ya me dirá usted señor mío, para qué quiere un peregrino conocer todos los milagros del Apóstol, o todas esas partituras, ni que se fuera a poner a cantar para subir al Cebreiro.
-Pues eso digo yo también, caballero. Pero ya ve.
-Entonces, se lo llevó para hacer el camino.
-Claro. Al final, el deán le dijo que lo cuidara que lo tratara bien, y que cuando acabara, al llegar a Santiago, después de recibir la Compostela, por supuesto, lo llevara de vuelta al archivo de la catedral. El señor agradable, hasta escribió una nota de agradecimiento para el cabildo, en la que hacía hincapié en las mil facilidades que ofrecía el archivo de la catedral compostelana para los investigadores/peregrinos. Y si lo piensa usted, pues es verdad, para qué nos vamos a engañar. En pocos sitios se lo facilitan a uno tanto.
-Imagínese usted señor mío, el vigilante de París trabajando en el archivo de la catedral de Santiago; insuperable. El mejor servicio que le podrían dar a uno. Si es que ya no hay funcionarios como los de antes, se lo digo yo. Verá usted, que yo quería llevarme 'El grito', ese cuadro de Munch que me pone los pelos como escarpias, y cómo creé que me tuve que llevar...
-No me diga, sorpréndame caballero.
-Por la ventana. Tuve que poner una escalera, subir, coger el cuadro y bajarlo. Estuve a punto de reclamar, porque sabrá usted señor mío que padezco de vértigos, por culpa de una dolencia cervical.
-Qué vergüenza, cuánta desfachatez. Lo mínimo habría sido poner una red o un colchón abajo, por si acaso. Oir estas cosas me indignan caballero, si es que como no cambie el sistema, no vamos a ninguna parte.
-Si usted supiera, señor mío. Pero volviendo al códice, si lo devolvió, cómo ha llegado hasta usted.
-Pues resulta que aquel señor tan amable, hizo el camino, con el códice tan codiciado,  pero se puso malo y tuvo que ganar el jubileo en Villafranca del Bierzo. Vamos, que palmó, y el códice no llegó a Santiago. Un joven muy majo, con carnet de alberguista, que venía caminando desde Somport, cogió el códice y se lo llevó en su mochila. Pero como era estudiante y trabajador a jornada completa para mantener a sus padres, hacía el camino sólo los fines de semana, y entre semana residía en Madrid. Al volver de su última etapa, fue cuando trajo el códice, y como no sabía que hacer con él, lo trajo a mi librería.
-Pero podía haberlo enviado por valija o por seur, a Santiago, no...
-Sí, caballero, quién se iba a hacer cargo de los costes, que 225 folios de pergamino pesan también lo suyo, y uno no sabe en qué condiciones puede llegar. Figúrese si se pierde y terminase en algún punto del camino portugués, o del camino inglés,... Sería un despropósito. Así que, aquí lo tengo.
-Pues sepa usted señor mío, que me lo llevo también. Algo así, no se puede dejar escapar.
-Le voy haciendo la cuenta caballero.
-Pero hágame algún descuento, que tengo la tarjeta tiritando.
-Descuide; vamos a ver, el Ponz, el Decamerón y el Calixtino,... suma un total de 2327 euros con 38 céntimos. Verá caballero, que se lo he cobrado muy por debajo de su valor. Mi abuelo, que en gloria esté, decía siempre que había que tratar bien a los buenos clientes. ¿Con tarjeta me dijo, verdad?
-Sí. Como verá no llevo tantísimo dinero encima. Y por favor, deme el ticket, que esto desgrava, y no está la economía para despilfarros.
-Y que lo diga amigo mío, y que lo diga. Jajajaja.
-Pues aquí tiene ¿Quiere que se lo ponga para regalo?
-Oh, no se moleste, si los voy a usar en cuanto llegue a casa, vamos, que me lo llevo casi puesto.
-Así que, para uso y disfrute personal,... Verá que no se arrepiente.
-¿Sería tan amable de avisarme si le llegara la Vulgata? Es que no hay forma de conseguirla.
-Sin problemas, se la voy a encargar. En cuanto esté aquí, le aviso.
-Pues muy amable, hasta otro día, que pase buena tarde.
-Adios caballero, que la pase bien.

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