15 de marzo de 2015

BESOS DE CAFÉ

    ¿Ves? Hoy es uno de esos días en los que me acuerdo de ti más de lo que me apetece. Me acuerdo de los largos paseos que dábamos por Madrid. Largas caminatas que terminaban con un café irlandés en la Fontana de Oro o un bocata de calamares en la Plaza Mayor. Nos sumergíamos en el Madrid de aquellas novelas que tanto nos gustaban. Daba igual si llovía o hacía sol, el caso era pasear y punto.
Me acuerdo de que el primer beso me lo diste en ese bar tan pequeñito de la calle del Príncipe. Un bar de tazas de café cerúleas y desgastadas, en el que el fútbol aún se retransmitía en una tele de tubo y las banquetas estaban tapizadas de piel roja. Tus labios tenían sabor a café con hielo y tus manos estaban frías. Qué días tan preciosos aquellos en los que ir de la mano contigo era más que un paseo.
     He vuelto a la calle del Príncipe pero aquel minúsculo bar ya no existe, como tampoco existe nada de ese mundo inventado por los dos. Llueve. Siempre me ha gustado la lluvia, y quizá por eso te fuiste un día tan frío como mojado. La última vez que te vi me dedicaste unas duras palabras que me rompieron en mil pedazos. Pero, ¿Sabes qué? Tenías razón. En todo. Porque aquí estoy, acordándome de ti y reflexionando sobre los acontecimientos de aquellos días.
     Un día me dijiste; estoy enfermo y pronto me iré. Y yo me quedé impertérrita, cual estatua de sal, sin saber qué decir ni qué hacer. Te fuiste un día de lluvia. Con la misma tranquilidad que te caracterizaba y sólo en el momento en que salí del hospital fui consciente de la pérdida. Lloré y grité, rozando el paroxismo del dolor en el alma. Te fuiste un día de lluvia.
     Y hoy te echo de menos; tus besos con sabor a café con hielo, nuestras conversaciones y tus manos apretando mis caderas. Hoy es uno de esos días y ya está. ¿Ves? ...... Está lloviendo.

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