21 de noviembre de 2010

CÓMO CAEMOS EN LA CUENTA

     Darse cuenta de las cosas sabido es, que es tarea ardua y difícil. Empresa harto complicada, que si no hacemos bien, puede llevar a preguntarnos si verdaderamente, aquellas decisiones fueron las correctas y si lo que hicimos con nuestra vida, fue lo que realmente debimos hacer.
Ayer estuve en una exposición de fotografía que corría a cargo de la corresponsal de guerra Christine Spengler. Tuvimos la suerte de contar con la autora para que nos contara de primera mano su experiencia vital en el momento en que realizó aquellas fotografías. Y así lo hizo. Y entonces, dijo algo que me hizo caer en la cuenta de muchas cosas, y entonces decidí, que algunas de las dicisiones que había tomado en mi vida no sólo eran las correctas, sino que no cabía lugar para cualquier otra opción. Spengler dijo que cuando tenía en la mano su Nikkon, de un alto valor emocional, pues fue regalo de su ya fallecido hermano, no sentía ni frío, ni calor, y que sencillamente se olvidaba de que estaba bajo el fuego que llovía en Vietman, se olvidaba del burka que la camuflaba en Kabul o de los funerales, día sí día también, en Londonderry o Belfast. Cuando tenía la cámara en la mano sentía que había nacido para ello.
Al oir aquello, pensé que yo era víctima del mismo sentimiento. Siempre tuve muy clara mi vocación académica, y cuando tuve la oportunidad me lancé de cabeza sin mirar donde caía. Sólo pensaba, 'si me no gusta, si me desencanto, me iré por la misma puerta por la que entré,...'. Y así fue, con la diferencia de que hoy cuento los créditos que me faltan para licencierme, sabiendo además, que fue una de las mejores, si no la mejor decisión, que pude tomar con respecto al rumbo de mi vida. Y comprendí, que me ocurría lo mismo que a la corresponsal; cuando contemplo las obras de 'Il maestro' (Miguel Ángel), o cuando contemplo una catedral, yo tampoco siento ni frío ni calor, y me olvido si llueve, si nieva, si me duelen los pies o si tengo hambre. Sólo, viajo en el tiempo pasando mis manos por las piedras, queriéndome llevar un pedazo de historia entre mis dedos.
Es en esos momentos cuando caigo en la cuenta de mi propia vocación. Spengler, con su Nikkon, yo con mis piedras,... Y como le dije a una amiga reciéntemente; si eres capaz de gastar años de tu vida en ello, no lo dudes. Pero la mejor prueba de saber si esa decisión fue la correcta, es planterate la tesitura de si serías capaz de dejar eso que estás haciendo. En mi caso la respuesta fue NO. Un no rotundo, claro y enérgico. Tanto, que me resultaba muy difícil imaginarme con semejante carencia. Y es que a veces planteamos mal la pregunta. No es ¿Es esto lo que yo quiero?, sino, ¿Puedo pasar sin ello?.
Cada uno que se responda.

4 comentarios:

  1. xnif, tía, xnif. Totalmente cierto y de acuerdo!!! El jueves le cuentas tu reflexión, que seguro que le gusta :P

    un besaaaaazooooooo!!!!!

    bea.

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  2. Que bello lo que has escrito Juli, lo que has dicho sobre la vocación y lo que sientes respecto al arte... y que cierto!
    Todos los que llevamos esa chispa (o llama, ese inmenso fuego) dentro de nosotros sabemos muy bien a lo que te refieres. Un beso!

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  3. Eres esa linea de continuación que yo no pude o no supe seguir, porque por quererlo...uffff.Has hecho lo que realmente te llena y eso me llena a mí de satisfacción.Te quiero

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  4. pos yo digo, llena de emoción, que Laura se haga un blog, porque no tiene despedicio.... y está mal que lo diga yo,... pero....

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