21 de noviembre de 2010

LA GRANDEZA DE LA LOCURA

     Siempre se ha dicho que a los locos hay que encerrarlos, aunque eufemísticamente hablando, sólo los 'ingresamos' en un centro por su bien y por el de la comunidad. La locura siempre ha quedado etiquetada como un estado anímico el ser humano, que en grandes niveles, supone la pérdida parcial o total de la cordura. Pero yo digo, que a la vida hay que echarle un toque de locura, si puede ser, aliñada con unas gotas de osadía y un poco de pimentón picante. Y no nos olvidemos de la fiebre. No hay locura que se precie sin unas décimas de fiebre, lo justo para provocar un par de deliros y/o alucinaciones. Qué habría sido de Mozart o Goya, si no hubieran padecido alguno de estos males, por no mencionar a Van Gogh,... El arte nunca reflejó tan bien la cordura del ser humano.
     En definitiva, aunque la pobre Ofelia murió presa de la locura provocada por el amor no correspondido de Hamlet, además de otras intrigas, lo cierto es que compartió protagonismo en la mayor obra de venganza jamás escrita.
Así pues, cuando la locura nos trastorne los humores, no temamos, durará poco, y por durar poco tendremos que aprovechar el tiempo. Pero si no se ha ido en un plazo razonable, hagamos las maletas, pues seremos
'ingresados'.

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