21 de noviembre de 2010

LA MUSA NÚMERO DIEZ

LA MUSA AUSENTE
     Se sentaba todos los días a la misma hora, en la misma terraza del mismo bar. Una de esas tabernas con decoración rústica en madera, regentado por un joven que había heredado el negocio familiar.
Nuestro cliente se ganaba la vida escribiendo, para todo tipo de publicaciones; revistas especializadas, diarios de tirada nacional, catálogos, colecciones de fascículos, ensayos, crítica de todo tipo, aunque preferentemente de cine,... etc. Como cada día, se tomaba su café, le echaba un vistazo al periódico empezando por las páginas del final, y así comenzaba su jornada delante de su portafolios. Sacó su pluma pero pudo usarla porque ya no tenía tinta. 'Mala señal', pensó. Y sacó de su cartera un bolígrafo normal, de los de toda la vida. Preparó el papel y se quedó pensando.... pensando,.... y vuelta a pensar,.... un poco más, y otro poco,.... El café estaba helado, y el hielo del vaso de agua deshecho. Observaba a la gente que pasaba por delante del bar;..... señoras mayores con bolsas de compra, estudiantes con sus carpetas,..... una moto, un repartidor de cerveza,.... dos mujeres maduras que entran en el bar y pasan por su lado,..... Nada, que no tenía inspiración. 'No importa, ya me vendrá, como siempre, cuando menos lo espere'. Le dio un sorbo a su café,... más gente, más señoras, un señor de traje y maletín, el cartero, el cartero comercial, otro cartero comercial,... En ese momento pensó que a nuestros buzones sólo llegaban facturas y propaganda; que triste. Miró de nuevo su papel; seguía en blanco, como la taza de café, como el lazo de la coleta de la niña que acababa de pasar, como las nubes que no iban a dejar lluvia ese día,... Las doce y... ventisiete!!!! Esa misma tarde tenía que enviar su artículo a la jefa, aunque si tardaba un día más no pasaba nada, pero la puntualidad era la puntualidad.
Comenzó a enfadarse consigo mismo; no podía entender cómo no era capaz de escribir nada, era imposible. Había perdido la mañana y no había escrito nada, ni una sola línea. Al cabo de un rato, salió el camarero a la terraza, aquel que había heredado el negocio familiar; 'Qué, cómo va eso', dijo mirando de reojo el folio en blanco. '¿Dónde te dejaste a las musas? Si es que salir hasta tarde no es bueno, y menos para tu cabecita,...'. 'No es eso', contestó el escritor. 'Y no me rayes, porque no es un tema fácil. A ver si te piensas que es tan sencillo escribir sobre el amor,...' El camarero comenzó a reirse, con una de esas risas que le salen uno de forma totalmente sincera, de esas que son contagiosas, naturales. '¿Sobre el amor?, ¿Difícil? Pero es que tú nunca te enarmoraste o qué.' Acabáramos. Era el colmo. Pero y eso, qué tenía que ver; a su parecer ese detalle sin importancia no tenía que suponer un impedimento para escribir un breve ensayo sobre el amor. Y entonces, se le hinchó la vena de la frente, se puso colorado y cerró los puños. El camarero se echó hacia atrás y lo dejó solo, pero el escritor lo siguió al interior del local.
'O sea, que me estás diciendo que yo, que he escrito sobre casi todas las facetas posibles, teniendo en cuenta que soy un hombre de letras, cultivado, con dos carreras, que he cargado mis tintas escribiendo sobre el historicismo, el surrealismo, el futurismo, el regeneracionismo, el nihilismo, el naturalismo, el realismo, el romanticismo, el clasicismo, el neoclasicismo, el dadaismo, el cubismo, el milenarismo, elpastafarismo, el impresionismo, el expresionismo, el puntillismo, el platonismo, aristotelismo, neoplatonismo, neoaristotelismo, sofismo,... por no mencionar los temas sobre política, dialéctica, analítica, lo pitagórico, lo socrático, lo protagórico, lo escolástico y lo eclesiástico, lo bélico y lo pacífico, de lo terrenal y lo divino, de lo de aquí y lo de allí, de esto y de aquello, .... no soy capaz de escribir sobre el amor'. Aquel discurso tan complicado de pensar y de pronunciar dejó pasmado al camarero que le respondió: 'Pues a mí no me parece tan raro, a fin de cuentas, de las nueve musas, ninguna es del amor, y por mucho que llenen sus alforjas con agua de la fuente Castalia y lleguen hasta aquí sobre Pegaso, y se sienten y pidan un café con leche y unas pastitas, y te ofrezcan ese agua maravillosa y charlen contigo, ninguna de ellas te inspirará, porque ninguna es del amor'.
El escritor se dejó caer sobre una silla cual peso muerto, mirando al frente sin mirar nada,..... Cuánta razón tenía aquel camarero. Nueve musas, nueve, y ninguna del amor. Pero entonces, ¿Qué clase de inspiración iluminaba a los poetas antiguos para escribir sobre el amor?!! Aquella reflexión fulminó su autoestima como escritor, lo hundió en un estado de catársis absoluta, y pensó que jamás podría plasmar en un papel nada que versara sobre el tema. Sencillamente, porque a falta de una décima musa del amor, el hombre podía escribir sobre el mismo, enamorándose. Y nuestro escritor, nunca se había enamorado. Terrible reconocimiento de una verdad aplastante y pesada. Si a falta de lo primero no tenía lo segundo, no podría enfrentarse al papel en blanco, y sí la charla de su jefa.
Salió del bar, recogió sus cosas, cerró su portafolios, pagó su consumición y se fue.
     Al final de la calle peatonal, la misma en la que estaba el bar, se cruzó con una muchacha,.... Se giró para seguirla con la mirada, y recordó que era la misma chica que veía casi todos los días, la misma que le sonreía al pasar, la misma que lo pillaba infraganti mirándola y se sonrojaba. Y entonces, lo entendió. Con deseo apremiante, volvió al bar, pidió otro café y se puso a escribir.

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