21 de noviembre de 2010

DE LA PÉRDIDA Y EL AMOR FRUSTRADO
     Cuando uno pierde a la persona que quiere, a la persona que siente que da sentido a su vida, es como si todo el peso del mundo estuviera encadenado a nuestros pies. Pero ese sufrimiento se acentúa aún más si cabe, cuando nos da la sensación de que la culpa de esa pérdida, o al menos parte de ella, es nuestra. Pensar que pudimos haber hecho algo al respecto y que no lo hicimos, que pudimos haber estado pendientes del otro y sin embargo actuamos de forma normal, como si no pasara nada, que debimos mirar de frente al miedo y a los problemas cuando se presentó la ocasión, y lo único que se nos ocurrió fue decir, 'tranquilo, todo irá bien', cuando en lo más profundo nuestro ser sentíamos que aquello no era cierto,... Pensar, que en algún momento siquiera remótamente, tuvimos la solución en nuestra mano y la dejamor ir, o peor aún, pensar que esa solución estuvo ahí para nosotros y ni siquiera la vimos. Es como una yaga abierta que no ternina de cerrarse, y siempre nos escuece. Porque las heridas más pequeñas, son las que más molestan, y todo nos golpea en ellas. Las heridas grandes parecen que cicatrizan mejor; claro, al ser tan complejas hay que cuidarlas mejor,.... las pequeñas molestan pero no les hacemos caso.
     Y es entonces, cuando nos damos cuenta de la pérdida. Pero ya no hay nada que hacer.


TU FRÍO
Estoy sintiendo ese frío
estremecedor y congelante
que me cala hasta los huesos,
que hiela mi mente
y me recuerda aquellos besos,
que sin vida se quedaron
en los confines de mi hastío.
La humedad de tu aliento
me enfría las palabras
que una vez salieron,
y que aunque quieren repetir,
no pueden, están congeladas.
El viento penetra en mi piel,
desgarra mis entrañas
y de nuevo me hace sentir
esa falta de calor, que es falta de ti.
De nuevo siento frío,
un frío que se hace cortante,
que corta mi cara y mis labios;
las manos que un día tocaron tu sien
y loa labios que un día besaron tu frente.
He dejado de sentirte,
y en tu lugar me has dejado frío.
Siento el frío de tus miradas,
las que yo creí tan cerca
y sin embargo tan lejanas.
Siento el frío de tus manos,
curioso, porque nunca las he tocado.
Estoy sintiendo ese frío
estremecedor y congelante,
siento el frío de tu presencia,
que como una vaga brisa
golpea mis mejillas, y posándose,
sin prisa, me regala blanca escarcha.
Estoy sintiendo ese frío,
estoy sintiendo tu risa.
¡Dios mío! Qué frío,
siento que te marchas.

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