22 de enero de 2011

El león y el rey

Cuentos de Dinamarca
     Érase una vez que se era, dos niños que eran hermanos. Eran pequeños y jugaban siempre juntos. Vivían en una casa grande, blanca, con un pequeño perro que los seguía a todas partes. Los tres se divertían sin pensar en nada más y corrían todo tipo de aventuras. Hacían de todas las trastadas la mayor, y se llevaban la riña de sus padres.
El mayor tenía nombre de rey (1), pero no un rey cualquiera. Un rey bueno, preocupado por los suyos, sabio y diligente en su cometido. El pequeño tenía nombre de evangelista (2), el evangelista del león, y era fuerte como este y con el pelo claro como la melena del felino. El mayor era alto, con los pies grandes, y el menor más bajo con pies pequeños. El rostro del mayor era al de su madre, lo que el rostro del menor era al de su padre, y cuando el pequeño se metía en problemas, el mayor estaba allí, sacándolo de cualquier apuro. Se contaba que el mayor era más reservado, más de guardarse las cosas, mientras que el pequeño era más extrovertido y abierto. Pero a pesar de sus diferencias, compartían un sentimiento que iba más allá del mero hecho de ser amigos, de jugar siempre juntos,... Eran hermanos.
     Ocurrió que un día, cuando el sol brillaba sin nubes en el cielo, el hermano pequeño se tuvo que marchar, dejando un gran vacío en el corazón de su hermano mayor. El niño con nombre de rey, lloraba por su marcha, y no entendía por qué se había ido. Se puso triste y se le templó la mirada, tornándose su rostro mustio y melancólico.
     Un día por la mañana, con el mismo sol brillante, a esta que narra, se le posaron dos pajarillos junto a sus pies, dando pequeños saltitos y picoteando en el suelo. En ese momento, uno de los pájaros echó a volar, pero el otro se quedó. No parecía que el estruendo de los coches lo asustara. Y entonces, vino una ráfaga de viento frío, de ese que cala por dentro y se cuela por todos los poros de la piel. Sintió escalofríos. Y esta que narra entendió, que aquel pajarillo era el hermano pequeño. Que no se iba, porque nunca se había ido del todo, y que el ruido de los coches no lo asustaba, porque era como el león, fuerte y valiente. Y que estaba allí para ver a su hermano mayor, con nombre de rey, y que, igual que hacían los reyes sabios, tenía que afrontar con valentía todas las visicitudes de su reino. Y así, todos los días, aquel pajarillo se posaba en el mismo sitio, y volaba por los mismo lugares, visitando a su hermano. El pajarillo hacía lo mismo que hacía el león; marcaba su territorio y vigilaba su manada, mientras que el rey, triste pero con la cabeza bien alta, continuaba su camino.
     Érase que se era, la historia de dos hermanos, la historia del león y el rey.

                                                                                        IN MEMORIAM
                                                                                              M. A. L.
(1) El rey David.
(2) San Marcos evangelista, cuyo símbolo es el león.

No hay comentarios:

Publicar un comentario