23 de enero de 2011

EL REFLEJO

     Volvía yo a casa después de un día largo de cole y facultad y me monté en el autobús que me llevaba a mi casa desde el intercambiador de Moncla. Al sentarme, sentí como mis piernas hinchadas se aliviaban y mi espalda descansaba sobre el respaldo del asiento, lo que condujo a mi cabaza a cerrar los ojos, casi antes de que arrancara el autobús. Sí, el transporte público me produce sueño, un sueño pesado de esos que no puedes evitar y terminas dando cabezazos. Me sumí durante unos minutos, en un estado de sopor profundo, un letargo, que si el bus hubiera ido a Zaragoza, pues hasta Zaragoza me habría ido. Pasados esos minutos, puede que fueran cuatro o cinco, abrí los ojos y miré atontada por la ventanilla, medio hipnotizada por las luces de la carretera. Y miré al otro lado, y vi a un señor con el que ya había coincidido en el autobús otras veces. Me quedé mirándolo un rato y pensé que hablaba por el móvil. Lo siento si alguien se siente ofendido, pero ir en el bus hablando por el manos-libres, me parece ridículo, aunque muy lícito, claro está. Resulta que este señór, no hablaba ni por el móvil, ni por el manos-libres, ni por nada. Hablaba solo. O bueno, con su reflejo de la ventanilla. Las dos chicas sentadas detrás de él, las cuales no se conocían de nada, se miraron disimuladamente entre sí, y camuflaron una ténue sonrisa. 
El hombre llevaba unas gafas para ver de cerca, un libro y un bolígrafo en la mano derecha, además de un montón de achiperres, como una cartera grande negra, el abrigo hecho un burruño sobre el asiento de al lado, una bufanda,... etc. A ratos, leía y señalaba cosas en el libro que llevaba con el boli, y otras hablaba con su reflejo. Muy fuerte. Se me pasó el sueño. La verdad, es que el hombre no aparentaba estar mal, ni tenía mala presencia, ni mostraba síntomas de ninguna patología, pero yo qué puedo saber, no soy psicóloga. Hay mucha gente rara por ahí, y no lo sabemos. Luego me percaté, de que llevaba todo el tiempo el libro abierto por la misma página y que en realidad no leía nada. Después, guardó el libro, sacó y guardó dos veces, una pequeña libreta, hizo que escribía algo, y luego la guardó y sacó de la cartera algo parecido a una agenda, también pequeña. Empezó a pasar las páginas como si buscara una en concreto y lo hizo varias veces. Supongo que no encontró lo que buscaba porque todas las hojas estaban en blanco... Ahí es na. 
Finalmente, entramos en el pueblo y sorpresa,.... Se bajó en mi parada. Un señor con esa presencia y tan echado a perder. La verdad es que me recordó a mi gato, que se mira en el espejo y maulla porque reconoce a otro gato, pero no sabe que es él. En fin. 
Nos bajamos del autobús y por fin, llegué a casa.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario